Los jóvenes sin hogar pasan desapercibidos en el sur de Arizona

La madre de Teri la dejó sin hogar cuando tenía 14 años. Desde entonces, siempre ha cargado cereal y un cambio extra de ropa por donde quiera que vaya con la anticipación de dormir en un lugar nuevo. Imagen por Brittan Bates/Arizona Sonora Service

Son los que se encuentran escondidos, viviendo bajo un techo diferente cada semana.

Sin tener la culpa, son marginados sin hogar. Son adolescentes que tienen que faltar a los juegos de fútbol americano y a los bailes escolares para trabajar turnos extras, y así poder pagar su siguiente plato de comida. Son pobres y luchan contra el mundo sólos.

“Los jóvenes sin hogar, es una de esas cosas que perturba a la gente”, comentó Kristyn Conner, la directora de desarrollo de Youth On Their Own, un programa de prevención de deserción escolar en Tucson. “Está fuera de la vista y de la mente. Con los adultos sin hogar, lo puedes ver. Pero con los adolescentes sin hogar, es diferente porque no viven en las calles tanto como sus homólogos adultos”.

En su informe más reciente, el Departamento de Educación del estado señalo que 28,391 niños y jóvenes sin hogar fueron matriculados en los grados del pre-kinder al 12º grado. Este número clasifica a Arizona en los cinco peores estados que albergan jóvenes sin hogar. Sin embargo, este número no incluye a los jóvenes sin hogar que no están matriculados en la escuela.

La gráfica de los jóvenes sin hogar en Arizona del Centro Nacional para la Educación de Personas sin Hogar (National Center for Homeless Education)

El informe reportó, que de esos miles de niños/jóvenes sin hogar, el 65 por ciento vive con amigos o con familia, el 27.7 por ciento vive en refugios o a la espera de cuidado tutelar, el 4.7 por ciento vive en hoteles y moteles y el 2.6 por ciento vive sin resguardo en automóviles, parques y edificios abandonados.

En sexto grado, Javier mencionó que las autoridades expulsaron a su madre bajo la ley SB1070 de Arizona, consecuentemente expulsando a miles de ciudadanos indocumentados de los Estados Unidos en el 2010. Él se mudó a Tucson para vivir con su padre, quien también fue expulsado varios meses después. Javier pasó los siguientes años viviendo de casa en casa con amigos y con familiares.

Comentó, “Me quedaba en casa de cada pariente lejano hasta que la que la situación financiera se ponía dura “.

Encontró un hogar estable con su hermano por unos pocos meses, pero su hermano decidió mudarse fuera del estado.

Mientras que Javier fue separado de sus padres por la ley, algunos niños son abandonados o se encuentran con padres no aptos para tomar el papel de padres de familia. “A fin de cuenta, la mayoría de las razones se pueden asociar con la pobreza”, mencionó Conner. “Las familias numerosas y de bajos recursos pueden tener padres que deciden que ya no quieren ser padres y por ende echan al hijo mayor de la casa porque pueden conseguir un trabajo y cuidarse a sí mismos. Sin embargo, un/a joven de 16 años no puede cuidar de sí mismo/a”.

Sabrina dijo que estaba en el 7º grado cuando regresó de la escuela un día, para darse cuenta que su madre se había ido con su novio abusivo, de la misma manera que el padre de Sabrina las había dejado años antes. Después de meses de búsqueda de su madre, la tía de Sabrina, ya teniendo sus propios problemas, le abrió las puertas de su hogar.

Lo que es más preocupante sobre las vidas de los jóvenes sin hogar, son sus futuros indefinidos. Al luchar por sobrevivir cada día, los jóvenes sin hogar se aíslan, faltan a clases y reciben malas calificaciones, o incluso abandonan la escuela.

Conner señaló que lo que más se escucha en los medios de comunicación y por parte de otras personas, son las historias de fracasos de los jóvenes sin hogar.

“Los jóvenes sin hogar que crecen y se vuelven adultos sin hogar”, exclamó Conner.

Youth On Their Own se esfuerzan por derrumbar las barreras entre la educación y los 5,600 jóvenes sin hogar en el condado de Pima.

En sus 30 años de servicio, Youth On Their Own ha ayudado a más de 17,000 jóvenes a que terminen la escuela preparatoria y a que reciban sus diplomas. Garrett relató que fue criado por una madre adicta a la metanfetamina de cristal quien lo golpeaba en sus malos días y se hacía pasar como la madre perfecta cuando no se encontraba mal. El Departamento de Seguridad Infantil lo envió a un hogar de cuidado tutelar, donde permaneció por cinco años. Su abuela, que vivía de un ingreso fijo, al fin le permitió vivir con ella.

Cuando entró a la secundaria, sus calificaciones estaban bajo el promedio y no tenía comida ni útiles escolares.

Youth On Their Own aceptó a Garret en el programa.

La organización les ofrece a los estudiantes un programa de gastos que les permite ganar una paga mensual de hasta $140 a cambio de calificaciones aprobatorias, un programa de necesidades esenciales donde pueden seleccionar artículos para el hogar y un programa de orientación, adhirió Conner.

Ahora en la escuela preparatoria, las calificaciones de Garret son de promedio A y B. Está al día para graduarse y alcanzó a entrar al equipo de baloncesto de su escuela.

“No puedes ir a ninguna parte sin presenciar una de estas historias de éxito del futuro”, dijo Conner. “Ya sea el cajero de banco que deposita tu cheque de pago, el doctor que te toma la temperatura en un consultorio, o el profesor que les da clases a tus hijos en la escuela. Todas estas personas pasaron por nuestro programa y fueron jóvenes sin hogar escondidos”.

 

Brittan Bates es una reportera para Arizona Sonora News, un servicio de la Facultad de Periodismo de la Universidad de Arizona. La puede contactar en brittanbates@emai.arizona.edu

 

Traducido por: Joane Willey

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *