En la tierra de la nación Navajo, el fantasma del pasado de la industria minera sigue persiguiendo a los nativos que viven ahí. Comenzó en la década de 1940 cuando las tierras navajo eran y siguen siendo viveros de uranio. La nueva industria de la fabricación de armas trajo una nueva oportunidad de trabajo para los nativos de esta tierra, pero vino con un costo.
Ahora, las agencias gubernamentales e investigadores de todo el país trabajan para limpiar los cientos de minas abandonadas que quedaron después de cuatro décadas de minería que culminó en 1986. Una meta es entender los efectos que la contaminación de uranio de largas décadas, tienen sobre el pueblo Navajo.
La contaminación afecta a más de la mitad de la población de la tribu. Con 300.000 personas, la tribu navajo es el segundo grupo más grande de nativos americanos en los Estados Unidos, según datos recientes del censo de los Estados Unidos. De esos 300.000, unos 156.000 navajos viven en la tierra de la nación navajo, que se extiende 27.000 millas cuadradas a través de Arizona, Utah, Colorado y Nuevo México.
En un esfuerzo por aliviar los impactos ambientales y de salud, la Agencia de Protección Ambiental (EPA por sus siglas en ingles) y la EPA de la nación navajo iniciaron el largo proceso de limpieza de áreas contaminadas que representan un riesgo para la salud de la población.
Clancy Tenley, subdirector de la división de Superfondos de la EPA, es uno de los líderes llevando a cabo los proyectos para limpiar las áreas contaminadas, no solo en la tierra navajo, sino a través de los EE. UU. Explicó que la EPA comenzó el proceso en la década de 1990, pero todavía tiene un largo camino por delante.
Después de que la EPA ubicara todas las minas abandonadas de la zona, el primer plan quinquenal comenzó en 2008. La EPA identificó 46 minas consideradas con alta prioridad. Todas las minas emiten por lo menos 10 veces el nivel de radiación establecido por la EPA.
La meta para el plan actual quinquenal es terminar las evaluaciones de riesgo en el área y seleccionar un proceso de limpieza. Sin embargo, cada limpieza no es la misma. Tenley comentó que, dependiendo de la mina y la gravedad de la contaminación, el proceso de limpieza puede ser diferente.
“El primer paso es llevar a cabo una evaluación muy detallada y un proceso riguroso de cómo limpiarlo. Esto, implica ir al campo y tomar muestras del nivel de la superficie del suelo”, comentó Tenley. Una vez que el equipo evalúa las opciones que tienen para la limpieza, eligen un método seguro y eficiente dependiendo de la zona.
“Nuestra meta para este plan quinquenal actual que va entre 2011 y 2018 es para todas esas minas de alta prioridad, para completar evaluaciones detalladas que serán necesarias para que podamos determinar cómo limpiarlas”, manifestó Tenley.
Elena Neibaur, responsable de la comunicación del programa navajo en la división de Superfondos, dijo que la EPA aún trabaja para que las empresas que dejaron estas minas abandonadas asuman la responsabilidad de sus actos. Apenas el año pasado, la EPA hizo un acuerdo con 11 empresas privadas para asegurar que cada una ellas participe en la limpieza de las minas de uranio abandonadas.
“Con algunos de nuestros socios federales, hemos invertido en más de $1.7 billones para evaluar el riesgo para la población navajo. Reemplazamos 48 viviendas contaminadas y limpiamos la contaminación del agua subterránea”, explicó Neibaur. Desde el fin de la industria minera los navajos que trabajan en y alrededor de las minas sufrieron graves enfermedades por contaminación del uranio.
“Chris Shuey y Debra MacKenzie son los investigadores principales del equipo de estudio de Nacimiento Navajo, que investigan la exposición heredada de la contaminación de uranio en los niños jóvenes de la tribu navajo. El equipo todavía en las primeras etapas de la investigación, se centra principalmente en los resultados reproductivos por la exposición l al uranio de metales pesados. “No solo estamos viendo el uranio en términos de radiación, pero estamos considerando el uranio como un contaminante de metales pesados”, comentó MacKenzie.
Ella destacó que el propósito de este estudio era para ver si había algún tipo de impacto para la salud a causa de este tipo de exposición. Al ser expuesto al uranio, uno de los efectos más comunes para la salud es el daño renal. Cuando el uranio penetra en el cuerpo, puede entrar por el torrente sanguíneo y tener un efecto grave sobre la función renal. Un estudio reciente conducido por el equipo de Shuey y de Mackenzie encontró que alrededor de un cuarto de la población que vive en la tierra navajo excede los niveles de uranio en el cuerpo aceptados por la EPA.
El equipo está en las últimas etapas de inscripción en el grupo de estudio, el cual MacKenzie dijo que tiene 1.630 participantes en total– 753 madres, 656 niños pequeños y 221 padres voluntarios. El equipo también está midiendo los niveles de uranio en y alrededor de las casas de las familias.
Han examinado casi 600 viviendas y descubrieron que el 86% tenía algún nivel de uranio en las partículas de polvo. Pero el estudio aún no ha determinado si tal uranio es natural o si proviene de los desechos de minas, ya que es el caso con la investigación que los grupos han realizado.
La mayoría de sus hallazgos se consideran preliminares y no se pueden determinar las causas o correlaciones fuertes cuando se trata de la enfermedad y la contaminación por uranio en los hogares.
“Va a pasar otro año antes de que intentemos poner todos los datos en una base de datos masiva”, comentó Shuey.
Lauren Renteria es una reportera para Arizona Sonora News, un servicio de la Facultad de Periodismo de la Universidad de Arizona. La puede contactar en laurenrenteria@email.arizona.edu
Traducido por: Carolina Padrés-Quiroga