Hay muchos excavadores de oro en Arizona.
Para ser más específico, Arizona tiene una mina entera de leyendas acerca del oro. Estas leyendas son tan comunes en el suroeste por las influencias españolas y anglosajonas, según Bill Hartmann, un científico planetario que ha escrito libros sobre la época de Coronado en Arizona.
“Estos estadounidenses vienen y escuchan estas historias pero no entienden la cultura española”, dijo él. “Ellos entienden fragmentos de la historia y les encanta exagerar”.
Según Jim Turner, un historiador de Tucson, las personas que vienen a Arizona “parece que piensan que nunca se le ocurrió a alguno de nosotros ir a buscar oro”.
“Este es un territorio tremendo con tesoros enterrados”, dijo Jim “El Gran Jim” Griffith, un folclorista de Tucson. “Este era un país rico en minas de oro y plata”.
De hecho, las búsquedas de tesoros enterrados empezaron hace más de 500 años, durante el periodo español colonial.
“En los 1530s, los españoles empezaron a escuchar rumores de que había un centro de comercio en el norte”, dijo Hartmann.
Cabeza de Vaca, un conquistador español que fue náufrago en Galveston, “andaba vagando en Texas y en algún lado le dieron una campana de cobre que le dijeron que había venido del norte”.
Ya que la campana era prueba de la metalurgia, ellos “dijeron que había otro imperio que probablemente tenía oro y que habría otro imperio azteca o inca”.
Sin saberlo los españoles, la campana de cobre de hecho había venido de Michoacán, un imperio que ellos ya conocían.
“Había muchas pistas”, dijo Hartmann, refiriéndose a como los nativos de Sonora hablaban de Cíbola, ubicado a siete pueblos hacia el norte. Esto le llamó la atención a los españoles aun más.
Aproximadamente 20 años después, Coronado empezó su marcha, pasando por el Valle de Sonora, y se encontró con un arroyo que fluía hacia el norte, la descripción de la cual encaja con el río San Pedro, según Hartmann.
“Estaban al sur de Tombstone pero pudieron haber tenido grupos de cacería en el área”, dijo Hartmann. Después de más o menos dos días, cruzaron a Nuevo México “cerca de donde ahora está la carretera I-10”.
Los españoles llegaron por Nuevo México hasta llegar al famoso Cíbola, que resultó ser pueblos Zuni gigantes.
“Ellos sacaron a los indios de los pueblos, se robaron su ropa, abusaron de las mujeres, torturaron a los hombres”, dijo Turner.
Los españoles preguntaban acerca de Cíbola cuando un indio de las grandes llanuras, llamado “El Turco” por los españoles, les contó sobre un lugar llamado Gran Quivira, donde “comen en platos de oro y crecen manzanas de plata en los árboles”, según Turner.
Hartmann dijo que los españoles habían estado atacando ciudades en Alburquerque y Pecos, y los indios nerviosos les dieron guías para llevarlos a Quivira.
Con ganas de encontrar tesoros, la expedición de Coronado los siguió hacia Kansas. Ellos regresaron a México sin oro para presumir su viaje.
No todas las leyendas del oro incluyen excursiones largas. Una de las más famosas es la de la Mina con la Puerta de Hierro.
“Cuando llegué aquí en 1960 ya había escuchado de la Mina con la Puerta de Hierro”, dijo Hartmann.
“En los años 1700 se había dicho que había una misión jesuita cerca de Oro Valley”, dijo Turner. “Había algo de oro ahí. Dice la leyenda que estos jesuitas tenían minas en las montañas Catalina y una cueva grande donde lo almacenaban”.
Indicó que no existía tal misión jesuita; lo más al norte que llegaron los jesuitas en Arizona fue a la misión San Xavier del Bac, aunque hay pruebas de un puesto avanzado cerca de Marana.
“Un orden de repente llegó al ejército español y a todos los capitanes y comandantes se les dijo que hicieran cumplir esta orden a medianoche y deshacerse de todos los jesuitas. Antes de que los sacaran, los jesuitas sellaron la cueva con una puerta de hierro. Si mira hacia las montañas Catalina cuando sale el sol, la luz ilumina a la puerta de la cava y hace que brille”.
Sin embargo, hay varios problemas con esta leyenda, según Turner.
“¿De dónde sacaron el hierro para construir la puerta?” preguntó Turner. Recibieron la orden a medianoche y los sacerdotes fueron acorralados el día siguiente. Si mira hacia las montañas Catalina desde aquí al amanecer, el sol está en su cara, ¿cómo podría ver la puerta?”
Además, la misma leyenda existe en Nuevo México y en el norte de México.
“El suroeste está repleto de historias de minas de oro perdidas”, dijo Hartmann. “y siempre hay alguna explicación, ya sea que el mapa se perdió, el minero no dibujó un mapa o no le dijo a nadie donde estaba”.
Gabby Ferreira es una reportera de Arizona Sonora News, un servicio de la Escuela de
Periodismo en la Universidad de Arizona. Póngase en contacto con ella vía
gferreira@email.arizona.edu.
Traducido por Mariah Swickard / Editado por Natasha Moushegian